y todos mis caminos te son conocidos,
4 pues aún no está la palabra
en mi lengua
y ya tú, Jehová, la sabes toda.
Salmos 139:3-4
Ella se despertó algo angustiada, la soledad se
sentía cada día más pesada sobre sus hombros, el día anterior había estado
ardiendo en fiebre pero no hubo nadie con quien llorar, nadie con quien quejarse,
nadie que la cuidara durante la noche.
Al otro lado de la ciudad un joven estudiante
miraba el mar mientras peleaba con sus ganas de terminar con su vida saltando
del risco donde estaba, la noche anterior su enamorada le había confesado que le
había sido infiel durante los últimos dos años.
En el centro de la ciudad un hombre sentado en
su azotea derramaba una lágrima en silencio por aquella persona que amó tanto y
que ya no estaba, “Cuánto daría por volver a verte”, se decía en silencio,
mirando al cielo con la esperanza de que aquella persona lo escuche.
Una pena
profunda, una fuerte decepción, la
necesidad de compañía, ¿Cuál es tu dolor escondido? ¿Cuál es tu miedo más
grande?
Hay alguien
tan interesado en ti que te vigila a diario, alguien que estuvo y está contigo
en cada etapa de tu vida, ese día que recuerdas con tanto dolor Él estuvo a tu
lado, esa oración que dijiste en voz baja Él la escuchó.
Dios conoce
tus secretos más escondidos, tus sueños más personales, tus miedos más intensos
y quiere que encuentres descanso en Él y que dejes todas estas cosas en sus
manos.
No estás
solo, puedes descansar en alguien que domina las cosas que tú no puedes dominar
y que escucha tus oraciones antes que las palabras salgan de tu boca.
Hoy déjate satisfacer
por ese Dios que está interesado en ti, te aseguro que si tomas de Él nunca más
tendrás sed.
Busca al Dios que escucha tus susurros y
permite que él borre tu pasado que vigile tu presente y que domine en sus manos tu
futuro.
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