Salmos 19:1
El papá se acero al niño y estirando sus manos preguntó, paseamos? a lo que con una sonrisa el pequeñín accedió dando
pequeños saltitos de alegría.
La noche estaba hermosa, un viento tibio refrescaba el ambiente y el
cielo se veía despejado, algo raro en la ciudad…
El padre tomó al pequeño en sus brazos, tin, tin, tin, oye bien, gracias
a Dios por la lluvia, cantaba mientras el pequeño seguía el ritmo con las
manos.
Cuando de pronto el pequeño se quedó quieto, mirando al cielo con la
mirada fija, como maravillado, como cuando vio por primera vez los ojos de su
mamá.
El papá subió la mirada y se percató que el pequeño acababa de conocer la
Luna, Es la luna dijo el papá restándole importancia, y con una voz de emoción el
niño contesto LUNA! LUNA! Y no dejó de
mirarla durante todo el paseo, con el mismo brillo en los ojos, totalmente
maravillado.
Recuerdas la primera vez que viste la luna? O el mar, la primera vez que
probaste una naranja, la primera vez que viste un rayo, la lluvia, la nieve, el
sol, tu primer beso, una flor.
¿Cuándo fue la última vez que te dejaste asombrar por lo que Dios hizo
en la creación? Hoy quiero invitarte a tomarte un tiempo para que veas el cielo
y contemples la luna, mira el mar, contempla una flor, son cosas que jamás podrás
hacer, ni tu ni ningún hombre, son cosas que nos recuerdan que hay un Dios poderoso,
que hizo la luna y con ese mismo poder podrá también ayudarte a ti en lo que le
pidas.
No mires las cosas alrededor como comunes, porque son rastros de Dios,
puestos ahí a propósito para llamar tu atención, para recordarte que él esta.
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