Levantándose muy de mañana,
siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.
Marcos 1:35
Solo habían pasado un par de horas desde la última vez que hablaron,
pero ambos tenían prisa de volverse a ver.
Sentada en el tren, ella revisaba las fotos en su celular para aplacar
de alguna forma sus ansias de verlo a los ojos, mientras que al otro lado de la
ciudad él salía con rapidez de su oficina poniéndose la casaca en el camino.
Habían hablado por teléfono durante el día, pero eso no era suficiente, hacía
falta ver una sonrisa, tocar sus manos, contarse nuevamente lo que pasó durante
el tiempo que no estuvieron juntos.
Estas ansias quitaban su sueño, atenuaban su cansancio, cambiaban su mal
humor.
El llego a la casa, subió las escaleras, una sonrisa se dibujó en su
rostro mientras giraba las llaves para abrir la puerta, Ella escucho el
tintineo de las llaves y el silencio se vio interrumpido por un dulce “amor??”
Ese amor que desespera, que angustia, era experimentado por Jesús, él
estaba totalmente enamorado de su Padre, sus ansias eran tan grandes por
encontrarse con él que para sus momentos de oración no era importante el sueño,
tampoco el cansancio o el hambre, más importante que todas estas cosas era
satisfacer su necesidad de la presencia del Señor.
Necesitaba hablar con él, entrar en su presencia y descargar todo su corazón
en él.
¿Sientes tú lo mismo por nuestro Dios? ¿Existe en ti la misma ansia por
estar a su lado?
¿Cuándo fue la última vez que el sueño se te fue por tener más tiempo en
oración?
Hoy es buen día para encontrarte con tu amado, te aseguro que su corazón
sigue lleno de pasión por ti.
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