3 Hermanos míos, no se hagan
muchos maestros sabiendo que recibiremos juicio más riguroso 2 porque
todos ofendemos en muchas cosas. Si alguno no ofende en palabra, este es hombre
cabal, capaz también de frenar al cuerpo entero. Santiago 3:1
Los profesores usamos nuestras palabras como instrumento de
trabajo. De por si es una gran responsabilidad lo que decimos al hablar, pero
es mayor la responsabilidad para aquellos que enseñamos. Hoy veremos algunos
consejos de parte de Dios para dominar nuestra lengua.
la lengua es un miembro pequeño
pero se jacta de grandes cosas. V.5
Que tus palabras sean humildes: tu posición de maestro te da la
atención de muchos, te permite ser admirado; esto no debe confundirte, Jesús
fue el más grande maestro, ciertamente tenía pretextos para echarse flores,
pero jamás lo hizo, su humildad lo caracterizaba. Cuida tus palabras, no las
utilices para vanagloriarte, no es bueno que un maestro se jacte de su
superioridad y haga sentir menos a los que le escuchan, no gastes tus palabras
en hablar de ti. Que tu lengua sea humilde.
8 Pero ningún hombre puede domar
su lengua; porque es un mal incontrolable, lleno de veneno mortal v.8
Que tus palabras sanen: La lengua puede matar, es tan peligrosa
como el veneno, más todavía en manos de alguien que enseña. Tus estudiantes
creen lo que les dices, ellos ponen mayor peso a tus palabras que en las de
otras personas, ¿Cuánto veneno habremos esparcido en nuestros momentos de
enojo? Dios espera que tu lengua sea un instrumento de paz, no permitas que tu
lengua dañe a aquellos que ven en ti un ejemplo a seguir, no dañes a aquellos
que ponen sus corazones y sus mentes en tus manos.
10 De la misma boca salen
bendición y maldición. No puede ser, hermanos míos, que estas cosas sean así
v.10
Que tus palabras sean consecuentes: la biblia enseña que nuestra
boca muestra lo que tenemos en el corazón, esto pasa sobre todo cuando estamos enojados.
Dios espera que tú seas consecuente, si enseñas algo, VIVELO, enseña no solo en
tus horas de clase, enseña con tu vida, en todo momento. Dios espera que seas
un ejemplo a seguir, una luz en las tinieblas, una esperanza para el caído,
aliento para el cansado. Que tu enseñanza sea producto de un corazón digno de
imitar.
Recuerda, que
tus palabras sean humildes, que sanen y que sean consecuentes
Dios te acompaña, vive con
esperanza.
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