Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe:
Ven y ve.
Juan 1:46
El sol brillaba en lo alto del cielo mientras los pajarillos jugueteaban
por las ramas a lo largo del huerto, era un día común para Natanael el cual tirado
a la sombra de una higuera disfrutaba de sus frutos y del viento tibio de la
tarde.
Un hombre interrumpió la calma de aquel día, se podía ver de lejos la
polvareda que levantaba al correr, era Felipe el cual se había topado con un
hombre singular, el solo escucharlo había cambiado toda su vida e impulsado por
este sentir se había corrido a casa en busca de su hermano.
Natanael lo observo algo sorprendido mientras Felipe recuperaba el
aliento.
-
Natanael! He encontrado a aquel de quien hablaban las profecías! Viene de
Nazaret, le dijo Felipe al reincorporarse
Natanael soltó una carcajada burlona y viendo a su hermano le dijo:
¿De Nazaret puede salir algo bueno?
Más de una vez en mi vida he juzgado a personas,
lugares, situaciones o cosas sin conocerlas, ni experimentarlas.
Siempre que Dios nos hace pasar por situaciones
incomodas tenemos ese mismo corazón ¿Qué bueno puede salir de esto?
Y no solo con las situaciones sino también con
las personas, recuerdo la primera vez que fui invitado a enseñar a un grupo de
Pastores muchas de sus miradas decían “¿qué de bueno puede salir de este
jovencito?”
Ciertamente la historia de Natanael no termino ahí,
efectivamente conoció a Jesús y supo que jamás conocería a alguien más
extraordinario, creyó en él y lo siguió hasta la muerte.
Hoy quiero invitarte a que no juzgues nada antes
de haberlo experimentado, si Dios permite algo en tu vida, cualquier cosa, te
puedo asegurar que lo hace porque al final te sorprenderás con el resultado
recuerda con Dios “todo nos ayuda a bien”
También recuerda no juzgar a las personas con anticipación,
no dejes de prestarle atención a los que todos creen casos perdidos, no le
quites valor a alguien sin que hayas conocido su interior.
A menudo las personas rechazadas por los hombres
son las más grandes a los ojos de Dios.
Sino míranos, tu y yo, nadie hubiese dado un
centavo por nosotros pero Dios sabía que a su lado, a todos ellos que no nos vieron nada bueno los podíamos sorprender.
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