Colosenses 3:19
Un tumulto se inició en la
ciudad a plena luz del día, un grupo de fariseos arrastraban a una mujer por la
calle, luego de haber irrumpido en su casa sin previo aviso la habían sacado a rastras
al verla acostada con un hombre que no era su esposo.
A vista de todos, la mujer era
maltratada por los fariseos y otros hombres, con múltiples insultos y empujones
la llevaban a un lugar donde podrían ajusticiarla por su pecado.
Ella hacia lo posible para
cubrirse mientras jaloneaban sus cabellos, sus rodillas estaban magulladas por
las piedras de las calles y sus ojos evidenciaban su miedo y falta de
esperanza.
Ella sabía lo que le esperaba,
a vista de todos seria apedreada en la plaza central, sabía que era culpable
pero el pecado no lo había cometido sola, aunque el castigo solo seria para
ella.
Al llegar a la plaza la
arrojaron al centro de la multitud, al caer contra el suelo cerro sus ojos y sintió
como su cuerpo y su rostro caían sobre la tierra que luego sería también su
lugar de muerte.
Al abrir sus ojos vio la túnica
blanca de un hombre que se puso en pie entre sus jueces y ella, al parecer escribía
algo en el suelo y luego de decir algunas palabras que ella no logro escuchar
con claridad vio a los fariseos soltar
sus piedras y darse vuelta, la multitud se alejó murmurando y aquel hombre se acercó
a ella.
Al verlo cerca supo de quien
se trataba, era Jesús el Mesías, ¿Cómo alguien tan santo puedo haberme
defendido? se preguntaba mientras veía que el Maestro le extendía la mano para
levantarla.
El texto de hoy habla específicamente
sobre el trato que los esposos deben tener con sus esposas, pero creo que este
mandato se extiende más allá del matrimonio.
En el Perú tenemos un alto índice
de muertes de mujeres por abuso familiar, sus asesinos son con frecuencia los
esposos o parejas que se suponen dicen amarlas.
Pero este resultado es
producto de su trato antes del matrimonio, hoy Dios quiere que te preguntes:
¿Cómo tratas a las mujeres?
Jesús era más que un caballero,
nunca maltrató a una mujer, al contrario las protegía en medio de una sociedad
que a menudo las abusaba.
El consejo de hoy es: “no sean
ásperos con ellas”
Ábreles la puerta del carro,
carga las cosas pesadas, cédeles tu asiento, dales la mano cuando tengan que
bajar de lugares altos, protégelas cuando las veas en peligro, no les hables
como si fueran varones, no las golpees, no las insultes, no les grites cosas obscenas
en la calle, no las utilices como objetos sexuales, no rompas sus corazones.
Y nunca le digas a alguna de
ellas que la amas si no será para siempre.
Y chicas exijan ser tratadas
con respeto y amabilidad, es su derecho, y jamás se fijen en un hombre que no
les dé el mismo valor y respeto que Cristo les dio cuando estuvo en la tierra, fíjense en alguien que sea más que un caballero.
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